Acerca del libro
¿QUIÉN DIJO QUE NO PODÍAS?
El niño aprende con una velocidad increíble; a medida que crece, siente una enorme curiosidad por todo, pregunta, piensa y analiza. ¿Va a ser un genio? es el comentario unánime de todos los que lo observan. 40 años más tarde, está sentado frente al televisor, bebiendo cerveza, con un empleo mediocre y un matrimonio desastroso. No recuerda la última vez que se interesó por algo, que tuvo ganas de ser alguien y de hacer algo importante con su vida. ¿Qué ha sucedido?
Desde pequeños, los niños escriben sus nombres en las aulas de los colegios, en todos los rincones. Sus padres y docentes piensan que es solo para llamar la atención, pero detrás de eso hay un mensaje: el niño quiere ser reconocido, quiere ser nombrado, quiere ser alguien, quiere importar, sueña con ser el primero, el elegido. Pero un día, varios años después, todos esos sueños se ven doblegados por una realidad paralela en la que no somos nadie, o al menos no somos quienes quisiéramos ser.
Repasemos un poco nuestra vida y pensemos: ¿En qué momento renuncié a mis sueños? ¿En qué momento dejé de creer en mí? ¿Cuándo fue que cerré el libro de quien pude ser y decidí tolerar la vida en lugar de disfrutarla? Aunque muchos quieran convencernos de que son realistas y que todos esos conceptos son estupideces de ilusos, secretamente desean que su suerte cambie y son mucho más soñadores y menos realistas que cualquiera porque sueñan con ganar la lotería sin jugarla, con encontrar un maletín lleno de dinero o con enamorar a alguna celebridad. Sufrimos el paso del tiempo porque cada día es una nueva decepción con nosotros mismos y con lo que esperábamos ser. Cuando todos esos anhelos han sido desechados, algo murió en nosotros, y allí nos abordará una inquietud que nos acompañará por siempre, un recelo oculto de no haber hecho lo que queríamos.
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