Las gemas y demás joyas de este pequeño cofre no son un cúmulo de saturaciones o repeticiones de principios y valores; por el contrario, son un trabajo basado en semblanzas y retazos de todo lo que el autor observa, escucha, medita, aprende y retransmite.
En esta obra, se señala que el verbo, creador y principio de todo, es la única y real semejanza del hombre con su Creador. Dicha lógica no debe albergar ninguna duda a la hora de entender y aceptar que somos entidades realmente honorables, dignos de alcanzar los favores que perdimos por bregar entre falsedades o creer que las palabras o juramentos expresados ante Dios pasaban desapercibidos por los etéreos archivos de la luz.
Los rojos destellantes de los versos y reflexiones dedicados al uso doloso del Verbo toman una pausa y dan lugar a matices sosegados, con grafemas al astro rey, a la juventud de nuestros pueblos, al renacer espiritual y a las aguas sagradas que fluyen del alma. Luego nos trasladan a episodios colmados de oro y plata, cual fina orfebrería que amalgama la historia de muchos pueblos con la avaricia, el genocidio y el latrocinio que acrecentó los caudales de Castilla y otros reinos europeos, con daños que, a la fecha, la justicia de los hombres pretende sepultar sin resarcir. Es vital que la poesía denuncie y exponga que, de la misma forma en que los hijos de América nacen endeudados y condenados a seguir saldando las deudas externas de sus países embargados, también hay un renovado linaje en las familias reales de Europa que -amén de dirigir las transnacionales y los bancos- merecen afrontar las demandas históricas y actuales por los genocidas latrocinios de sus ancestros y los grandes sumarios de hoy.