Además de su posición geográfica que colinda con cinco países, posee la infraestructura construida desde hace años para agenciar una guerra regional: 21 radares civiles, 17 militares, brigadas de desplazamiento rápido ubicadas en sitios neurálgicos del país, zonas donde se produce carbón y petróleo militarizadas. A todo ello hay que agregar la decena de empresas norteamericanas ligadas a la guerra que prestan sus servicios en venta de armas, manejo de radares, uso de información satelital, desplazamiento en zonas peligrosas con tácticas contrainsurgentes, venta de helicópteros y asesoría especializadas para la guerra.
De 46 millones de habitantes, 28 millones son pobres y tres millones viven, directamente, en extrema pobreza. Existen además más de dos millones de desplazados por los conflictos regionales y más de un centenar de asesores militares norteamericanos dirigiendo, apoyando, preparando tecnológica y militarmente a los soldados colombianos para confrontar a la disidencia, a los insurgentes y todo aquel que no esté de acuerdo con el gobierno de Álvaro Uribe. El arma que ha esgrimido el uribismo es el combate al "terrorismo", haciendo eco a la política guerrerista de la administración Bush, solo que bajo el lema colombiano de "Seguridad Democrática". Su único fin es, en realidad, eliminar a la oposición a través de la "limpieza social".
Para ello han involucrado a la población a través de su política subsidiada de denuncia anónima para señalar a todo aquel que está o piensa que está vinculado con la subversión. Producto de ello han asesinados a educadores, líderes comunitarios, alcaldes de oposición y ciudadanos que disienten de la política oficial.
Si todo esto no es guerra, entonces esperemos que el territorio nacional quede poblado por uribistas solamente y que los demás pasen a los panteones o al exilio.