Dos textos del siglo I antes de Cristo, correspondientes a sendas cartas de los hermanos Marco y Quinto Tulio Cicerón, ponen de manifiesto la crisis política que se avecinaba y de la cual estos autores, en la época en que los escribieron, aún no habían tomado conciencia (después sí lo hicieron). Se visibiliza la relación entre los intereses económicos y la política, así como los problemas de las contiendas electorale
Las recomendaciones que se le pueden haber dado a un candidato en la Roma republicana durante el siglo I antes de Cristo también resultarán comprensibles, en muchos aspectos, para quienes participen en las contiendas políticas de nuestras democracias modernas.
Tales recomendaciones fueron puestas por escrito -al parecer- por Quinto Tulio Cicerón, probablemente a comienzos del año 64 a.C., con motivo de la candidatura de su hermano mayor, Marco Tulio, al consulado. Marco Tulio resultó elegido cónsul para el año 63 (690 después de la fundación de Roma), no solo por los consejos de Quinto sino más bien por su propia capacidad para convocar a los votantes, muchos de los cuales se sentían obligados por los servicios forenses del gran abogado; muchos más lo seguían atraídos por su natural manera de ser: un hombre honesto y digno, aunque perteneciente a una familia desconocida en política, aspecto que en esa época era relevante. Nunca un Cicerón había figurado como autoridad pública de alto rango.
El triunfo, sin embargo, le trajo más de un grave problema. Marco Tulio Cicerón le escribió a su hermano Quinto, gobernador en Asia, sobre la forma de conducir su gobierno en la provincia. Aunque los gobernadores de provincia que los romanos designaban en territorios extraitálicos poco y nada tienen que ver con los modernos gobiernos que hoy se ejercen en algún sector parcializado de una nación, existen, sin embargo, temas comunes. Esto se podrá comprobar leyendo la carta de Marco Tulio a su hermano menor, que durante tres años estuvo a cargo, con plenos poderes, de la provincia romana de Asia.