Jaume Escursell Olaya desarrolló tempranamente una vocación periodística, en su primera adolescencia. Ya en el colegio se destacó por sus redacciones y ganó un certamen convocado por el arzobispado de Barcelona. A los quince años fundó un periódico, Cate-scope, que tenía una tirada de cien ejemplares y se repartía entre los escolares. Posteriormente, debido a su profesión, se vio alejado de la literatura durante muchos años, pero después de jubilarse, ya con tiempo por delante, decidió recuperar lo que pudiera de sus neuronas y ha asistido a diversos cursos de escritura creativa. En el año 2014, obtuvo el tercer puesto en un concurso nacional de relatos para mayores de 60 años. Actualmente, además de anotar lo que le dicta su mujer para la lista de las compras, dedica sus horas libres a su verdadera vocación: escribir ocurrencias, pues quienes lo conocen están profundamente convencidos de que siempre ha sido un cuentista.
Este libro es una serie de historias cortas recogidas de aquí y de allá –alguna del más allá–, escritas presuntamente en clave de humor, y que han sido acogidas de manera muy favorable, según confiesa el autor.
Como menciona él mismo en el prólogo de la obra, entre un ramillete de reseñas elogiosas de la crítica especializada que nos ocuparían varios párrafos –o no–, siempre tiene el orgullo de destacar tres opiniones que hablan por sí solas:
“¡Qué hijo tan majo tengo!”Su madre
“Está bien, hasta donde he podido leer (la tercera página)”.Su padre
“No recuerdo haber leído nunca nada igual”.Un pariente lejano aquejado de disminución de masa cerebral en estado avanzado