Ser madre de un niño especial es una realidad muy difícil de asimilar: hace falta hacer a un lado los sueños, las ilusiones, llorar, sufrir y renacer en el amor, para reinventar la vida junto con un hijo que, aunque lejos de ser el esperado, se convierte en la pasión de la vida y enseña lo valioso de aceptar a quienes más amamos y de tenerles fe.
En la primera parte, la autora relata las vivencias de su segundo embarazo, expresa la madurez del amor y se entera de la desgarradora noticia de que la niña, al igual que el hermano mayor, tiene síndrome de Down. Reaparecen entonces los sentimientos de culpa, depresión, desilusión; sin embargo, un día el sol vuelve a brillar y se inicia una nueva etapa de aceptación, esperanza y comunión con Dios, al comprender que para tener hijos especiales se necesita ser un padre especial. Una vez superados esos duros momentos, esta experiencia se convierte en una segunda oportunidad para ser madre y ofrecerle a ese primer hijo la oportunidad de contar con un hermano para siempre.
En la segunda parte, la poesía expresa el amor incondicional y la pasión por esos hijos especiales de Dios.
La tercera sección, además de ofrecer consejos útiles, plantea el desafío que es crear ese mundo maravilloso que nuestros hijos especiales merecen. Ayelén, que significa alegría en hebreo, refleja ampliamente el sentimiento que viene a marcar la existencia de un nuevo amor y un nuevo mensaje de esperanza y valor por el cual vivir.