Se define, más que como escritor profesional, como un narrador de historias que viene a contarnos sus experiencias vividas. Vino a este mundo el 25 de diciembre de 1946; aterrizó en la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina.Todo lo que ha aprendido y aprehendido se lo debe a la que considera la mejor universidad, la Universidad de la Vida. Tal vez porque aprendió desde niño a ver, oír y meditar fue sacando, a través de los años, sus propias conclusiones o su propia filosofía de vida, a la cual no considera una verdad absoluta. Para él, no existen verdades absolutas, sino tantas verdades como seres humanos habitan este mundo. No cree en ninguna religión, secta o grupo espiritualista fundado por seres humanos; pero sí cree en sí mismo y en esa mano que estrecha la suya, con lo que le brinda calor y amistad. Cree en la mirada sincera de sus perros, en la belleza de la flor de un cardo; en la riqueza que nos brinda la naturaleza. Por encima de todo, cree en el respeto, en la amistad y en esa dosis imprescindible de locura que se debe tener para liberarnos de esa cosa que nos han vendido y nos venden denominada cordura.Ama la vida y se siente agradecido hacia ella tanto por las circunstancias adversas como por los momentos benévolos que le han tocado vivir. Aprendió, entre otras cosas, que guardar odio o rencores nos vuelve amargos y ciegos a toda la belleza existente y piensa que ningún ser humano está por encima o por debajo de otro.
El café de los dromedarios angulosos no se encuentra en un lugar fijo, carece de una ubicación geográfica definitiva. Solo teniendo la llave es fácil ubicarlo y entrar en él.
Al entrar al café de los dromedarios angulosos, siempre nos encontramos con uno o más amigos; con amigos que uno ha cosechado en el transcurso de la marcha, e incluso con aquellos que ya han partido, pero viven en nuestro recuerdo. El autor nos invita a entrar...