Son los días finales de la Guerra Fría. Se está derrumbando el bloque soviético. Empieza la Era de la Información. En este umbral sociopolítico, un solitario Quijote argentino, metido en el corazón de la tecnología norteamericana y fiel a sus ideales, aporta voluntariamente especificaciones de la industria semiconductora al mundo socialista, a través de Cuba.

Pero las circunstancias obligan a Bill Gaede a entregarse a las agencias de inteligencia norteamericanas, quienes lo reclutan para una operación de contraespionaje. Lo que no saben sus controladores es que el espía también los está espiando a ellos. Como medida de precaución por si le traen cargos a raíz de sus actividades pasadas, Gaede graba y filma a los agentes con el fin de juntar pruebas para un eventual juicio. Sus maniobras secretas quedan al descubierto cuando el chip más avanzado de la época –el Pentium de Intel– termina en manos de China e Irán. 

Este drama de zorro en el gallinero contemporáneo desmistifica la noción romántica del agente 007, que se codea con beldades en los casinos de Europa y usa dispositivos fantásticos para extraer secretos militares. La historia ilustra a las agencias de inteligencia modernas enfocando sus esfuerzos en el espionaje económico y logrando sus objetivos mediante topos que trabajan con armas no más sofisticadas que una fotocopiadora.