Pilar Gil Soler nació en Cieza, en 1954. En 1975 se graduó en Filología Románica y comenzó a preparar su doctorado, interrumpido en 1977 por incompatibilidad con su dedicación exclusiva a la docencia en la educación secundaria, que le absorbió veintitantas horas al día durante mucho tiempo. Las metamorfosis de las leyes educativas españolas la empujaron a investigar en direcciones ajenas a la filología: en 1990, obtuvo el accésit al premio Eva Cebrecos por su trabajo con alumnos deficientes auditivos prelocutivos. A partir de entonces, un cambio en su orientación docente y una mayor atención a sus propios laberintos la llevaron a la literatura y surgieron algunas publicaciones, como Por los caminos, sin camino. Crisis religiosa de los intelectuales del 98 (1997); Sed lo que he sido entre vosotros: alma. Sobre la poesía de Emilio Prados (1999); La metaficción histórica (1997); Imágenes, recuerdos, sentimientos. Notas a la poesía de Pablo Neruda (1998); El lector como confesor. La sexualidad como estética en la novela actual, (1999); The best-seller; El Tractado de Amores de Andreas Capellanus (2001); Clara y la penumbra: utopía o espejo social (2002); Speculare in aenigmata. Retórica de la imagen en El nombre de la rosa; Luz en agonía. Notas sobre la poesía de J. M. Suárez (2005); La noche oscura (capítulo XX del Quijote de 1605) (2006); La paloma y el quetzal. Algunos aspectos del cristianismo de Rubén Darío a través de su obra poética (2007); La mano metálica de la poesía: retórica y prosodia en la poesía de Xavier Villaurrutia (2010). De horas nocturnas y perdidas (en complicidad con el gato) quedaron Tiempos del instituto (versos), 2007; Toda la verdad sobre el destierro del cid (microrrelatos), 2008; Gotas al mar (versos), 2009; Interiores (microrrelatos y cuentos). Actualmente, ha decidido perder el tiempo en una bagatela aletargada: acabar su tesis doctoral, sobre Andreas Capellanus, antes de que la tesis acabe con ella.