Los quince autores, en sus cuentos, imprimen rostro al pasado y puntos de cohesión para hacer de las formas de existencia en casonas, haciendas, calles y barrios lo reconocido como “lo yucateco”, reflejando hábitos, costumbres y preservando el valor de los bienes intangibles legados por los habitantes de Yucatán de generación en generación.
En las historias los niños viven su alegría en el entorno familiar que de adultos recuerdan con nostalgia, llevándonos a los lectores por casonas coloniales, haciendas, huertos, mundos mágicos, montes y avenidas principales como Paseo Montejo o la Itzáes.
Los autores evocan la gastronomía, los árboles frutales que crecen alrededor de las casas o en sus patios, describen la flora, dan receta para el postre, enumeran los objetos en los hogares, labores y el transcurrir de la vida en la ciudad, el campo y en los puertos de Sisal y Progreso. Incluso se puede entonar una canción de Guty Cárdenas en el Cementerio General. Pero el libro también muestra el dolor de eventos sociales de rebelión y hambruna, y de vicios que forman parte de esa cotidianidad narrada, recordando que la muerte asecha.