¿Existen los amores de novela en estos tiempos? ¿Puede un hombre estar impregnado de pasión por una misma mujer, toda su vida?

Juan Lance, operador de cines, padece ese estado. Una noche de un noviembre yaciente del 2001, esperando el transporte que lo conducirá a su casa, al terminar las proyecciones, cruza enfrente para ver el cuadro que entrega una vidriera. El óleo muestra a una mujer desnuda junto a un caballo. Algo extraño tiene esa dama en la tela que día a día, ofrece cambios incomprensibles en metamorfosis con la vida social de un país y un gobierno que se hunde.
Parecía mentira que en ese Buenos Aires convulsionado, pudiera reverdecer en la autora de esa obra, lo que nunca había sucumbido: Ayuí Aguayo, su eterno amor. El relato retrotrae antipatías históricas por la guerra de la Triple Alianza que perjudicó y diezmó al pueblo paraguayo y no está ausente en Juan su afecto por la figura de Eva Perón y las penurias que vive el país en ese fin de año trágico y desagradable de la Argentina. A pesar de ello, el personaje, no deja de mostrar su fluidez divertida y cariño por el cine, sus compañeros, su escasa familia, y sus otros grandes amores.
Una trama que motiva la intriga constante por dilucidar el misterio que encierra ese cuadro inquieto, que solo al final nos aclara y nos encierra en su marco.