Acerca del libro
LOS DELITOS DE DIOS
Si un dios, semidios o una civilización extraterrestre creó la raza humana tuvo que articular una serie de mecanismos exterminadores para el autocontrol poblacional. Esto constituiría un grave delito.
Nuestros fabricantes, en su empeño por crear vida autónoma en nuestro planeta pudieron incurrir en acciones que a día de hoy podrían ser calificadas de poco éticas o hasta incluso delictivas. La razón que trato de alegar es que si alguien nos creó, tuvo que dotarnos de mecanismos etológicos programados que permitiesen un control de la población para regular su crecimiento. La acotación territorial del mundo animal se basó esencialmente, en el caso del hombre, en la exteriorización de una conducta innata racista y xenófoba que se manifestaría y sistematizaría globalmente en forma de religiones y nacionalismos exterminadores. Estos fenómenos serían resueltos por las sociedades más modernas, pero en el empeño de nuestro creador por limitar los riesgos de la superpoblación de una civilización cada vez más longeva tuvo que diseñar toda una batería de enfermedades somáticas y psicológicas que se activarían paralelamente al desarrollo de elementos industriales propios del desarrollo tecnológico. Como premisa lógicamente trataré de convencer al lector de que Dios pudo existir. Para ello tenemos dos modos. Una forma es concluyendo que las teorías evolucionistas actuales carecen del rigor científico suficiente y otra forma es considerando la posibilidad de que existan civilizaciones extraterrestres avanzadas, en disposición técnica y moral, de crear vida. No disponemos de pruebas concluyentes para decantarnos por una u otra posibilidad pero se que le persuadiré de que el creacionismo es hoy por hoy una corriente cuyo soporte científico y racional supera a la del evolucionismo y que por tanto alguna civilización o alguna pandilla de cuatreros espaciales pudo arrojarnos por aquí con fines poco decorosos.