Fragmentos de vida, entre los cuales destacan seis embestidas del destino contra la integridad física del autor. Este, gracias a increíbles golpes de suerte, sale ileso de tres de ellas, y de las otras escapa con contusiones sin gravedad, heridas superficiales y espinas de cactus en la piel.
En el primer caso, fui apresado, en Francia, por las tropas alemanas de ocupación, que no llegaron a saber que yo hacía de cartero clandestino. Entonces, alguien de mi propio bando quiso matarme, pero resultó que al dispararme me salvó la vida. Era en 1944; tenía 18 años.
En el sexto y último caso, durante un recorrido de montaña fácil, al pasar por una cornisa, me descuidé, resbalé y me despeñé boca abajo...
Después de dar con la cabeza en un abultamiento rocoso, me empotré entre los tallos espinosos de una planta leñosa de grueso tallo anclado en una grieta de la roca. Eso sucedió en 2007; tenía 81 años.
Ahora, en agosto de 2013, me acecha una amenaza contra la cual no hay golpe de suerte que valga. Es el imparable envejecimiento, que tarde o temprano acabará conmigo. Por ello me pareció conveniente recoger y ordenar mis recuerdos, los buenos y los malos, para seleccionar los más dignos de atención y reunirlos en un libro.
Quien lo lea quedará informado sobre los memorables sucesos a los cuales, de entrada, se hizo alusión; y no le dejarán indiferente los buenos momentos pasados con mis compañeros y compañeras en Vietnam, en Camboya, en Francia y en Argelia. Quizá le interese también seguirme en mis andanzas con Lucette, mi segunda mujer, por el río Níger y la estepa predesértica de la inmensa región de Gao. Luego, pasaremos a la estepa arbórea del Sahel, en el círculo de Nioro, con mi tercera esposa, Isabel. Para el lector curioso, que se pregunte quién era mi primera mujer, la respuesta está en el capítulo 11.
En este libro, hay momentos de aflicción y lágrimas (lo dice el título), pero hay también aventuras y situaciones insólitas, dramáticas, embarazosas o jocosas. Y sobre todo hay amistad, lealtad, amor e incluso humor, con repentinas explosiones de alegría. Lo que no se encontrará en estas páginas es el odio; y creo haber conseguido dejar fuera también el aburrimiento.