Acerca del libro
EL DÍA QUE CAYERON LOS ÁNGELES
Un día, Semyaza y Azazel, príncipes en los cielos, bajaron a la tierra para asistir a Adán, a Eva y a toda su descendencia. Hallaron el Edén desolado y en ruinas. Buscaron a la tribu edenita que había emprendido su éxodo al oriente del Edén y, en el camino, la tentación, la soberbia y la lujuria los atraparon. Fueron doscientos los ángeles transgresores. Se unieron a las mujeres y nacieron gigantes que llenaron de matanzas y guerras las regiones antiguas hasta que llegó el diluvio.
El Edén fue el más bello y próspero lugar sobre la tierra. Adán y Eva no lograron hacer que el Paraíso fuera el modelo ideal para una sociedad perfecta, amorosa, tolerante y próspera.
Fue entonces cuando Semyaza y Azazel bajaron de los cielos para asistir a la tribu edenita, pero no todo salió bien. Fueron siguiendo las huellas de Adán y, tras sus pasos, conocieron el fracaso del Edén. Entonces surgió la tentación: construir un segundo Edén. En el monte Hermón juraron cumplir con estas ideas transgresoras y tuvieron hijos con las mujeres, de quienes nacieron los gigantes de las tierras, los llamados Nephilim.
El dolor por las guerras y los sufrimientos llegaron hasta la bóveda celeste y el cielo iba a sanear a la tierra de la calamidad. Enoc, el profeta de Dios, predicó el inmediato arrepentimiento de los hombres por un castigo que estaba por suceder. Noé, del linaje de Enoc, preparó el Arca para salvar toda vida animal y vegetal de la destrucción. Mientras, Enoc recorrió valles y ciudades, aldeas y metrópolis para mostrarles a los hombres que su camino, el de la violencia, estaba equivocado. Predicó el respeto y el amor al prójimo.
El anuncio decretaba que la Tierra debía ser saneada de la brutalidad. El diluvio fue el instrumento de castigo: se juntaron las aguas del cielo y las de los abismos subterráneos. El diluvio destruyó lo que el hombre había levantado y Noé con los suyos se salvaron de una muerte segura.