Vivir el presente y aprovechar cada instante y cada oportunidad que nos ofrece el mundo con auténtica satisfacción solo es posible si nos conocemos y nos aceptamos a nosotros mismos y sabemos elegir las cosas a partir de nuestros sentimientos genuinos.
Este camino hacia la plenitud empieza en la infancia. Si realmente queremos "lo mejor" para nuestros hijos, primero tenemos que entender que tal vez no existe "lo mejor" impuesto desde el punto de vista del otro. Cada uno tiene su propia verdad.
Encontrar el sentido de la vida significa encontrar esta verdad: la propia verdad de cada uno. ¿Cómo hacer esto si, prácticamente desde la infancia, estamos enajenados de nosotros mismos y juzgamos nuestros propios pensamientos y nuestra forma de ser a partir de los conceptos de los demás? No hay respuestas fáciles para este tipo de preguntas: cada uno las tendrá que encontrar a partir de su propia experiencia.
¿Por qué no empezar a buscar respuestas ahora mismo, mientras nuestros hijos están creciendo y estamos a tiempo para cambiar las cosas? Podemos empezar a crecer juntos y aprender a ver el mundo con los ojos de nuestros hijos, que son los ojos del verdadero ser.
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